Un encuentro Inesperado en un lugar equivocado {DERLIAN}

Es casi imposible explicar el panorama que se cierne frente a mí. El cielo era de un tono gris y las nubes se fusionaban lentamente con el lienzo podrido que amantaba a una cuidad en un estado absolutamente deplorable. Ni siquiera sabía que hacía aquí; el barco está lleno y no necesitábamos nada, pero algo en mi interior me pedía venir, como si tuviera algo que hacer o quizá simplemente dar un paseo, darme cuenta de algo que no estaba viendo o de ese algo que no quería aceptar. Pero no aquí, es imposible que tenga que ser en este maldito lugar. Ni siquiera permitía que la tripulación paseara por estas zonas, pero aquí estaba, como un maldito niño buscando donde jugar.

El frío empezaba a golpear mi cuerpo, y solo podía oír crujir mi brazo de bronce a cada paso que daba. Acomode mi gabardina para evitar que alguien viera mi vestimenta “inusual”. Un pirata en Nuevo Londres no se ve todos los días, y no quería ser la atracción ni de los ciudadanos ni de un maldito Mecá que quisiera hacerse el valiente e ir por mí. Siempre es mejor evitar aquellos altercados, aunque la sed de pelea me invade a cada segundo, siempre debe haber un punto de coherencia, en donde la ira y la serenidad hagan una coacción que impulse a mi cabeza a hacer lo correcto.

En un instante una mujer salió de una muy deteriorada casa. Gritaba y berreaba mientras se acercaba a una mujer de aspecto más decente. Era esbelta y de largas piernas, y por la forma en que la otra mujer la tomaba de las manos, seguramente la conocía. Bien dicen que la curiosidad mata a cualquier animal, y tienen razón ya que no tarde ni tres segundos en acercarme, esquivando un par de cuerpo, tratando de no golpear a nadie y hacer una trifulca. Pero cuando estuve más cerca, solo pude ver como aquella mujer se perdía por la puerta de la casa, como si se adentrara en las sombras y atrás de ella solo dejara un pequeño atisbo de luz.

Dude unos segundos en dar un paso, no debía entrar en una morada ajena. ¿Pero qué demonios estoy diciendo? Claro que puedo entrar, siempre hago eso. Di tres pasos largos y empuje la puerta con la diestra, oyendo como un rechinido invadía el recinto. Asome la cabeza, viendo a aquella mujer hablando con alguien. No supe quien era, tal vez un maldito viejo que estaba a punto de morir, o quizá un alcohólico que se había vuelto a ahogar en licor. Me acerque lentamente, viendo de refilón a la mujer que había salía temeroso de su hogar. Ella me miro y torció la boca, pero en un segundo miro mi brazo derecho. Aquella extremidad de bronce hizo que la mujer soltara un gemido ahogado, y yo torcí la boca, mirando por arriba del hombro de aquella mujer de largas piernas. No era un anciano, ni siquiera un maldito ebrio. Era un niño, un pequeño que se veía más cerca de la muerte que de la vida. No supe que hacer, no tenía ni idea. Me quede petrificado, viendo aquella escena tan terrorífica y demencial.